Era una pelotita con pies y manos. Iba caminando tranquilamente a los saltos, dirigiéndome a una de las Torre Gemelas, cuando otras dos pelotitas ligeramente más pequeñas y opacas me detuvieron.
-Señor, usted no puede pasar a la Torre del Inconsciente – me dijo uno.
En ese momento, una luz naranja-amarillenta comenzó a alumbrarme desde el interior. Sin duda por la furia que estaba sintiendo.
-Qué no sabés quién soy yo!? – empecé a decir a los saltos. Los otros se miraron intrigados. – Soy el dueño de las Torres!! – les grité mientras le mostraba mis credenciales.
Las pelotitas miraron con los ojos bien abiertos, creo que más aterrados por la escena que estaba armando que por darse cuenta de quien era.
-Perdón, señor. Puede usted pasar – dijo avergonzado uno de ellos. Aunque no sabría decir si era vergüenza propia o ajena.
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