Era una noche especial, esas que tienen un toque de melancolía, un aroma a antiguo.
Me encontraba caminando junto a mi compañero, por esas calles que supieron conocer mi adolescencia, esas veredas que tantos pasos grabaron en su eterna memoria de piedra.
Me sorprendí sumido en pensamientos, navegando en el dulce mar de tu recuerdo, apreciando cada charla, cada momento, cada sentimiento vivido.
Sin darme cuenta estaba sentado, contemplando a la naturaleza frente a mí, contemplando la vida, que en un día tan especial como hoy, me había dado su mejor regalo.
* “Hoy me mando varios mensajes…” le dije, sin poder disimular la sonrisa en mi rostro.
* “Es por eso que estás tan contento?” me replicó con la inocencia pura de su raza.
* “Así es, verás, en el día de hoy, hace 28 años que estoy en este mundo” contemplé los árboles, imponentes que me observaban, no eran los mismos, pero sin embargo, estuvieron siempre allí, mirándome.
* “Esos son muchos años” me dijo mientras jugaba con una hoja.
* “….recuerdo caminar por estos páramos, recuerdo soñar aquí mismo donde estamos sentados, soñar con ella, con el día que finalmente la encontrara, el día que llegara a mi vida, y estuviera completo nuevamente…”
Me detuve un instante… por un momento recordé la larga búsqueda, recordé los sufrimientos, recordé las decepciones, recordé el pasar de los días siempre manteniendo esa esperanza.
* “….me llevó mucho tiempo, tal vez demasiado, las señales, el camino, me llevaba hasta ella…”
* “Nunca es demasiado tarde” contestó con los ojos mirando a la luna.
* “Es verdad… tal vez este era el momento adecuado… y no antes, tal vez era necesario el dolor, aprender, caer y aprender…”
Esas palabras resonaron en mi mente… “tal vez este era el momento”, volvía a aferrarme de una esperanza, del sueño de tal vez, encontrarme en un mañana con la mujer que tanto me completaba, con la que tanto busqué, y seguramente busco desde hace muchas eras.
* “… y de todos los regalos que pude desear, la vida me regaló el mejor, sus dulces palabras acompañando un año más en esta tierra, sus cálidos mensajes, el saber que parte de sus pensamientos estaban en mí…”
No pude evitar mirar el cielo, sus astros siempre me provocaron una sensación de… familiaridad, una sensación de “hogar”, recordé a mi padre, y le agradecí también, porque seguramente él, había puesto de su parte para darme este regalo.
Casi sin darme cuenta dirigí mi mirada hacia él, mi compañero, el que tanto tenía que ver… él y su raza, que desde pequeños nos unían a mí, y a la mujer de mi vida… sonreí recordando cómo la gente no entendía mi amor hacia ellos, como les parecía excesivo, y como, muy cerca de mí, estaba ella, tan igual, tan diferente, tan… perfecta.
* “… igualmente no puedo dejar de sentir miedo…” confesé.
* “… miedo?” replicó incrédulo.
* “… pues sí, miedo a perderla, miedo a que le pase algo… es como un pintor, cuando da su última pincelada a su obra maestra, quién se atrevería a retocarla? Quién se atrevería a ir más lejos? Puede que el retoque termine de transformar la obra en algo perfecto, sublime, o puede que… se arruine y pierda su belleza…”
* “Eso solo le sucede a la gente que no cree en la vida” me dijo firme y decidido “Le sucede a la gente que no cree en lo especial, gente que vive perdida en este mundo, que se pierden de lo más bonito por el simple hecho de tener miedo, de no dar esa pincelada”
Tenía razón, la vida nos otorga la felicidad constantemente, generalmente solemos ignorarlo, o por miedo, decidimos no responder, había sabiduría en esas palabras.
* “Lo entiendo… yo siempre creí en lo especial como creo en este sentimiento tan noble y eterno que tengo hacia ella, pero está en mi naturaleza tener miedo, o debería decir –me corregí- en nuestra naturaleza artificial”
Hacía mucho tiempo que nosotros, los seres dominantes del planeta nos habíamos alejado del planeta mismo, de la vida, de esa conexión con el cosmos, surgieron como oscuros demonios la duda, el miedo, la avaricia, estos ocuparon y mancillaron nuestra naturaleza, nuestra conexión con la felicidad.
* “Pero… sabés… no quiero tener miedo… la amo demasiado para eso, sería como temerme a mi mismo, sería como temerle al sol, o al agua, son necesarios para vivir, y ella es necesaria en mi vida, por ella la vida gira a mi alrededor como nunca, por ella la melodía de los pájaros es mas nítida y bonita, el sonido del mar es mas profundo y tranquilizador, por ella… por ella… es que volví a vivir… es que volví a sentir, esto que nunca sentí, pero ya había sentido antes de nacer.
Nos quedamos contemplando la noche, rodeados de cada animal, ave, insecto, compartiendo armoniosamente el mismo espacio, conectados todos en una sola sintonía, la sintonía de la vida, la libertad y la felicidad.
Me levante lentamente, miré el cielo, y simplemente pude decir.
“Te amo Romi”.
Una noche especial
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