Es increíble como la nostalgia puede influenciarnos a niveles muy profundos, incluso a niveles de posturas y convicciones.
Caminando me cruzo con uno de esos autos, con parlantes en el techo, del cual se desprendía una marcha y la voz de un locutor comunicando, a volumen estúpidamente alto, de las actividades programadas para un club de la zona.
Publicidad básicamente, de esa autóctona de Montevideo.
Yo, que tengo la firme convicción de que es imperativo reducir la contaminación sonora de la ciudad, y que incluso es uno de los principales factores de la ansiedad y el estrés, inmediatamente me moleste y me pregunte cuando iban a prohibir dicho método publicitario.
Pero pucha, ahí apareció la nostalgia, me acorde de esos domingos de botija, que me despertaban los mismos altavoces, augurando la feria del barrio, en la cual me perdía de chiquilín en busca de algún juguete o un «casette» de Family.
«No, me daría mucha lastima que desaparecieran.» Pensé enseguida, luego de salir de esa nube nostálgica que me había envuelto con su caricia de tiempos mas sencillos, simples.
Y así nomas, la nostalgia, acabo con toda una postura lógica, con fundamentos, incluso beneficiosa para el que escribe y sus congéneres.
A lo que me llevo a preguntarme, ¿Con cuantas cosas mas haremos esto, hasta donde la nostalgia le gana la pulseada a la razón, la lógica y la objetividad?.
Cuantas cosas no haríamos, o si haríamos que serian beneficiosas y necesarias pero nos quedamos ahí, quietos, aferrados a la nostalgia.
Cuantas cosas no derrumbamos porque representaron algo, y cuantas cosas podrían ocupar su lugar.. y tal vez, representar aun mas, o mejor.
Cuántas cosas, serían mas productivas, y beneficiosas, para las nuevas generaciones, que nuestros enormes tótems nostálgicos.
¿Será que destruir estos iconos de nuestro pasado, nos recuerda que inexorablemente no estaremos en un futuro en esta tierra, será que cada vez que un elemento que nos marcó en nuestra infancia o pasado desaparece, nos recuerda la tediosa marcha del tiempo, de los tempestuosos cambios, y de que el presente y futuro, es de las nuevas generaciones?.
Y en cuántos aspectos más de nuestra vida aplicaremos esta resistencia a lo nuevo, esta resistencia a adaptarnos, a aceptar el paso del tiempo, a abrazarlo con optimismo y confianza, y disfrutar de lo nuevo, a aceptar sus beneficios, y porqué no, basándonos en nuestra «nostalgia», aportar o mejorarlo.
La vida son etapas, experiencias, formas de vivir, cada una tiene lo suyo, desde nuestra propia forma de actuar y ver las cosas, hasta los «tótems» y representaciones típicas… ¿porqué tenerle miedo al cambio, a lo nuevo, a la transición a una nueva forma de vida, de pensar, de actuar, y de, porqué no, dejar cosas atrás, pero dejarlas con la alegría de que existieron, de que las vivimos, pero conscientes de que es tiempo de lo nuevo.
Sera que «¿todo tiempo pasado fue mejor?».
No creo, vamos, veni, derrumbemos 🙂
La nostalgia y el futuro
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