-Dale, levantate que vamos a comer – escuché desde afuera del cuarto. Me vestí más o menos, y salí. Tres familiares me estaban esperando – Mirá que van a venir a ordenar la casa. No me acordaba de eso. Volví, arreglé un poco las cosas que no quería que tocaran, y me puse a buscar el celular. -Ya estás listo? – me preguntaron. -No, estoy buscando el celular – respondí mientras entraba en otro cuarto. -El mío ya lo tengo guardado, que buscás en mi cuarto? -Estoy buscando el mío, no se donde está… – fue entonces cuando me tanteé el bolsillo y lo encontré – Tá, no importa, lo encontré. -Ya estás listo, entonces? Vamos a ir a comer afuera. -Afuera? – titubeé mientras veía lo que tenía puesto – Estoy vestido como un roto, pará que me cambio. Todos me miraron con hastío e impaciencia. -Uff, dale! – resopló uno. Me cambié lo más rápido que pude, y salí de nuevo del cuarto. -Dónde vamos a comer? – pregunté. -En un restaurante en el norte – contestó uno. -En el norte? Perá que lo busco en el mapa. Me llovieron las puteadas. Pero igual agarré el mapa y me puse a buscarlo. Entre los gritos, después de un rato por fin lo encontré. -Dale, loco! Qué mierda importa dónde queda el restaurante? Lo miré, mientras salíamos. Solo quería saber donde íbamos a comer. Está mal?